2014

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El Lenguaje 1 - Octavio Paz - El Lenguaje.


Poco a poco haremos una recopilación sobre este apasionante tema del lenguaje.

Hace varias décadas "si me tuvo embrollado este tema"...Y todo empezó cuando siendo un pre adolescente cayeron a mis manos Nietzche y luego Byron y Baudelaire, después "el maravilloso, el adorable Borges". Y el péndulo caía con cierta violencia de un extremo al otro...Ahora esto del tiempo tiene su significado como palabra y otro como alusión a aquello que bien se explica en el email original: es la herramienta, nuestra herramienta para - Cito -"una renovación de propiedades"...




Fguente:

http://www.enfocarte.com/3.21/poesia5.html





El lenguaje
Por Octavio Paz (*)



La primera actitud del hombre ante el lenguaje fue la confianza: el signo y el objeto representado eran lo mismo. La escultura era un doble del modelo; la fórmula ritual una reproducción de la realidad, capaz de re-engendrarla. Hablar era re-crear el objeto aludido. La exacta pronunciación de las palabras mágicas era una de las primeras condiciones de su eficacia. La necesidad de preservar el lenguaje sagrado explica el nacimiento de la gramática, en la India védica. Pero al cabo de los siglos los hombres advirtieron que entre las cosas y sus nombres se abría un abismo. Las ciencias del lenguaje conquistaron, su autonomía apenas cesó la creencia en la identidad entre el objeto y su signo. La primera tarea del pensamiento consistió en fijar un significado preciso y único a los vocablos; y la gramática se convirtió en el primer peldaño de la lógica. Mas las palabras son rebeldes a la definición. Y todavía no cesa la batalla entre la ciencia y el lenguaje.
La historia del hombre podría reducirse a la de las relaciones entre las palabras y el pensamiento. Todo periodo de crisis se inicia o coincide con una crítica del lenguaje. De pronto se pierde fe en la eficacia del vocablo: "Tuve a la belleza en mis rodillas, y era amarga”, dice el poeta. ¿La belleza o la palabra? Ambas: la belleza es inasible sin las palabras. Cosas y palabras se desangran por la misma herida. Todas las sociedades han atravesado por estas crisis de sus fundamentos que son, asimismo y sobre todo, crisis del sentido de ciertas palabras. Se olvida con frecuencia que, como todas las otras creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales. En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu pregunta a Confucio: "Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.” No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro. Las cosas se apoyan en sus nombres y viceversa. Nietzsche inicia su crítica de los valores enfrentándose a las palabras: ¿qué es lo que quieren decir realmente virtud, verdad o justicia? Al desvelar el significado de ciertas palabras sagradas e inmutables -precisamente aquellas sobre las que reposaba el edificio de la metafísica occidental- minó los fundamentos de esa metafísica. Toda crítica filosófica se inicia con un análisis del lenguaje.

El equívoco de toda filosofía depende de su fatal sujeción a las palabras. Casi todos los filósofos afirman que los vocablos son instrumentos groseros, incapaces de asir la realidad. Ahora bien, ¿es posible una filosofía sin palabras? Los símbolos son también lenguaje, aun los más abstractos y puros, como los de la lógica y la matemática. Además, los signos deben ser explicados y no hay otro medio de explicación que el lenguaje. Pero imaginemos lo imposible: una filosofía dueña de un lenguaje simbólico o matemático sin referencia a las palabras. El hombre y sus problemas -tema esencial de toda filosofía- no tendría cabida en ella. Pues el hombre es inseparable de las palabras. Sin ellas, es inasible. El hombre es un ser de palabras. Y a la inversa: toda filosofía que se sirve de palabras está condenada a la servidumbre de la historia, porque las palabras nacen y mueren, como los hombres. Así, en un extremo, la realidad que las palabras no pueden expresar; en el otro, la realidad del hombre que sólo puede expresarse con palabras. Por tanto, debemos someter a examen las pretensiones de la ciencia del lenguaje. Y en primer término su postulado principal: la noción del lenguaje como objeto.

Si todo objeto es, de alguna manera, parte del sujeto cognoscente -límite fatal del saber al mismo tiempo que única posibilidad de conocer- ¿qué decir del lenguaje? Las fronteras entre objeto y sujeto se muestran aquí particularmente indecisas. La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento: lo primero que hace el hombre, frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla. Lo que ignoramos es lo innombrado. Todo aprendizaje principia como enseñanza de los verdaderos nombres de las cosas y termina con la revelación de la palabra-llave que nos abrirá las puertas de saber. O con la confesión de ignorancia: el silencio. Y aun el silencio dice algo, pues está preñado de signos. No podemos escapar del lenguaje. Cierto, los especialistas pueden aislar el idioma y convertirlo en objeto. Mas se trata de un ser artificial arrancado a su mundo original ya que, a diferencia de lo que ocurre con los otros objetos de la ciencia, las palabras no viven fuera de nosotros. Nosotros somos su mundo y ellas el nuestro. Para apresar el lenguaje no tenemos más remedio que emplearlo. Las redes de pescar palabras están hechas de palabras. No pretendo negar con esto el valor de los estudios lingüísticos. Pero los descubrimientos de la lingüística no deben hacernos olvidar sus limitaciones: el lenguaje, en su realidad última, se nos escapa. Esa realidad consiste en ser algo indivisible e inseparable del hombre. El lenguaje es una condición de la existencia del hombre y no un objeto, un organismo o un sistema convencional de signos que podemos aceptar o desechar. El estudio del lenguaje, en este sentido, es una de las partes de una ciencia total del hombre. [1]
Afirmar que el lenguaje es propiedad exclusiva del hombre contradice una creencia milenaria. Recordemos cómo principian muchas fábulas: "Cuando los animales hablaban..." Aunque parezca extraño esta creencia fue resucitada por la ciencia del siglo pasado. Todavía muchos afirman que los sistemas de comunicación animal no son esencialmente diferentes de los usados por el hombre. Para algunos sabios no es una gastada metáfora hablar del lenguaje de los pájaros. En efecto, en los lenguajes animales aparecen las dos notas distintivas del habla: el significado -reducido, es cierto, al nivel mas elemental y rudimentario- y la comunicación. El grito animal alude a algo, dice algo: posee significación. Y ese significado es recogido y, por decirlo así, comprendido por los otros animales. Esos gritos inarticulados constituyen un sistema de signos comunes, dotados de significación. No es otra la función de las palabras. Por tanto, el habla no es sino el desarrollo del lenguaje animal, y las palabras pueden ser estudiadas como cualquiera de los otros objetos de la ciencia de la naturaleza.

El primer reparo que podría oponerse a esta idea es la incomparable complejidad del habla humana; el segundo, la ausencia de pensamiento abstracto en el lenguaje animal. Son diferencias de grado, no de esencia. Mas decisivo me parece lo que Marshall Urban llama la función tripartita de los vocablos: las palabras indican o designan, son nombres; también son respuestas instintivas o espontáneas a un estímulo material o psíquico, como en el caso de las interjecciones y onomatopeyas; y son representaciones: signos y símbolos. La significación es indicativa, emotiva y representativa. En cada expresión verbal aparecen las tres funciones, a niveles distintos y con diversa intensidad. No hay representación que no contenga elementos indicativos y emotivos; y lo mismo debe decirse de la indicación y la emoción. Aunque se trata de elementos inseparables, la función simbólica es el fundamento de las otras dos. Sin representación no hay indicación: los sonidos de la palabra pan son signos sonoros del objeto a que aluden; sin ellos la función indicativa no podría realizarse: la indicación es simbólica. Y del mismo modo: el grito no sólo es respuesta instintiva a una situación panicular sino indicación de esa situación por medio de una representación: palabra, voz. En suma, "la esencia del lenguaje es la representación, Darstellung, de un elemento de experiencia por medio de otro, la relación bipolar entre el signo o el símbolo y la cosa significada o simbolizada, y la conciencia de esa relación". [2] Caracterizada así el habla humana, Marshall Urban pregunta a los especialistas si en los gritos animales aparecen las tres funciones. La mayor parte de los entendidos afirma que "la escala fonética de los monos es enteramente 'subjetiva' y puede expresar sólo emociones, nunca designar o describir objetos". Lo mismo se puede decir de sus gestos faciales y demás expresiones corporales. Es verdad que en algunos gritos animales hay débiles indicios de indicación, mas en ningún caso se ha comprobado la existencia de la función simbólica o representativa. Así pues, entre el lenguaje animal y humano hay una ruptura. El lenguaje humano es algo radicalmente distinto de la comunicación animal. Las diferencias entre ambos son de orden cualitativo y no cuantitativo. El lenguaje es algo exclusivo del hombre. [3]
Las hipótesis tendientes a explicar la génesis y el desarrollo del lenguaje como el paso gradual de lo simple a lo complejo -por ejemplo, de la interjección, el grito o la onomatopeya a las expresiones indicativas y simbólicas- parecen igualmente desprovistas de fundamento. Las lenguas primitivas ostentan una gran complejidad. En casi todos los idiomas arcaicos existen palabras que por sí mismas constituyen frases y oraciones completas. El estudio de los lenguajes primitivos confirma lo que nos revela la antropología cultural: a medida que penetramos en el pasado no encontramos, como se pensaba en el siglo XIX, sociedades más simples, sino dueñas de una desconcertante complejidad. El transito de lo simple a lo complejo puede ser una constante en las ciencias naturales pero no en las de la cultura. Aunque la hipótesis del origen animal del lenguaje se estrella ante el carácter irreductible de la significación, en cambio tiene la gran originalidad de incluir el "lenguaje en el campo de los movimientos expresivos" [4]. Antes de hablar, el hombre gesticula. Gestos y movimientos poseen significación. Y en ella están presentes los tres elementos del lenguaje: indicación, emoción y representación. Los hombres hablan con las manos y con el rostro. El grito accede a la significación representativa e indicativa al aliarse con esos gestos y movimientos. Quizá el primer lenguaje humano fue la pantomima imitativa y mágica. Regidos por las leyes del pensamiento analógico, los movimientos corporales imitan y recrean objetos y situaciones.

Cualquiera que sea el origen del habla, los especialistas parecen coincidir en la "naturaleza primariamente mítica de todas las palabras y formas del lenguaje. . ." La ciencia moderna confirma de manera impresionante la idea de Herder y los románticos alemanes: "parece indudable que desde el principio el lenguaje y el mito permanecen en una inseparable correlación… Ambos son expresiones de una tendencia fundamental a la formación de símbolos: el principio radicalmente metafórico que esta en la entraña de toda función de simbolización" [5]. Lenguaje y mito son vastas metáforas de la realidad. La esencia del lenguaje es simbólica porque consiste en representar un elemento de la realidad por otro, según ocurre con las metáforas. La ciencia verifica una creencia común a todos los poetas de todos los tiempos: el lenguaje es poesía en estado natural. Cada palabra o grupo de palabras es una metáfora. Y asimismo es un instrumento mágico, esto es, algo susceptible de cambiarse en otra cosa y de trasmutar aquello que toca: la palabra pan, tocada por la palabra sol, se vuelve efectivamente un astro; y el sol, a su vez, se vuelve un alimento luminoso. La palabra es un símbolo que emite símbolos. El hombre es hombre gracias al lenguaje, gracias a la metáfora original que lo hizo ser otro y lo separó del mundo natural, El hombre es un ser que se ha creado sí mismo al crear un lenguaje. Por la palabra, el hombre es una metáfora de sí mismo.

La constante producción de imágenes y de formas verbales rítmicas es una prueba del carácter simbolizante del habla, de su naturaleza poética. El lenguaje tiende espontáneamente a cristalizar en metáforas. Diariamente las palabras chocan entre sí y arrojan chispas metálicas O forman parejas fosforescentes. El cielo verbal se puebla sin cesar de astros nuevos. Todos los días afloran a la superficie del idioma palabras y frases chorreando aun humedad y silencio por las frías escamas. En el mismo instante otras desaparecen. De pronto, el erial de un idioma fatigado se cubre de súbitas flores verbales. 

Criaturas luminosas habitan las espesuras del habla. Criaturas, sobre todo, voraces. En el seno del lenguaje hay una guerra civil sin cuartel. Todos contra uno. U no contra todos. ¡Enorme masa siempre en movimiento, engendrándose sin cesar, ebria de sí! En labios de niños, locos, sabios, cretinos, enamorados o solitarios, brotan imágenes, juegos de palabras, expresiones surgidas de la nada. Por un instante, brillan o relampaguean. Luego se apagan. Hechas de materia inflamable, las palabras se incendian apenas las rozan la imaginación o la fantasía. Mas son incapaces de guardar su fuego. El habla es la sustancia o alimento del poema, pero no es el poema. La distinción entre el poema y esas expresiones poéticas -inventadas ayer o repetidas desde hace mil años por un pueblo que guarda intacto su saber tradicional radica en lo siguiente: el primero es una tentativa por trascender el idioma; las expresiones poéticas, en cambio, viven en el nivel mismo del habla y son el resultado del vaivén de las palabras en las bocas de los hombres. No son creaciones, obras. El habla, el lenguaje social, se concentra en el poema, se articula y levanta. El poema es lenguaje erguido.
Así como ya nadie sostiene que el pueblo sea el autor de las epopeyas homéricas, tampoco nadie puede defender la idea del poema como una secreción natural del lenguaje. Lautréamont quiso decir otra cosa cuando profetizó que un día la poesía sería hecha por todos. Nada más deslumbrante que este programa. Pero como ocurre con toda profecía revolucionaria, el advenimiento de ese estado futuro de poesía total supone un regreso al tiempo original. En este caso al tiempo en que hablar era crear. O sea: volver a la identidad entre la cosa y el nombre. La distancia entre la palabra y el objeto -que es la que obliga, precisamente, a cada palabra a convertirse en metáfora de aquello que designa- es consecuencia de otra: apenas el hombre adquirió conciencia de sí, se separó del mundo natural y se hizo otro en el seno de sí mismo. La palabra no es idéntica a la realidad que nombra porque entre el hombre y las cosas -y, más hondamente, entre hombre y su ser- se interpone la conciencia de sí. La palabra es un puente mediante el cual el hombre trata de salvar la distancia que lo separa de la realidad exterior. Mas esa distancia forma parte de la naturaleza humana. Para disolverla, el hombre debe renunciar a su humanidad, ya sea regresando al mundo natural, ya trascendiendo las limitaciones que su condición le impone. Ambas tentaciones, latentes a lo largo de toda la historia, ahora se presentan con mayor exclusividad al hombre moderno. De ahí que la poesía contemporánea se mueva entre dos polos: por una parte, es una profunda afirmación de los valores mágicos; por la otra una vocación revolucionaria. Las dos direcciones expresan la rebelión del hombre contra su propia condición. "Cambiar al hombre", así, quiere decir renunciar a serlo: hundirse para siempre en la inocencia animal o liberarse del peso de la historia. Para lograr lo segundo es necesario trastornar los términos de la vieja relación, de modo que lo sea la existencia histórica la que determine la conciencia sino a la inversa. La tentativa revolucionaria se presenta como una recuperación de la conciencia enajenada y, asimismo, como la conquista que hace esa conciencia recobrada del mundo histórico y de la naturaleza. Dueña de las leyes históricas y sociales, la conciencia determinarla la existencia. La especie habría dado entonces su segundo salto mortal. Gracias al primero, abandonó el mundo natural, dejó de ser animal y se puso en pie: contempló la naturaleza y se contempló. Al dar el segundo, regresaría a la unidad original, pero sin perder la conciencia sino haciendo de ésta el fundamento real de la naturaleza. Aunque no es ésta la única tentativa del hombre para recobrar la perdida unidad de conciencia y existencia (magia, mística, religión y filosofía han propuesto y proponen otras vías), su mérito reside en que se trata de un camino abierto a todos los hombres y que se reputa como el fin o sentido de la historia. Y aquí habría que preguntarse: una vez reconquistada la unidad primordial entre el mundo y el hombre, ¿no saldrían sobrando las palabras? El fin de la enajenación sería también el del lenguaje. La utopía terminaría, como la mística, en el silencio. En fin, cualquiera que sea nuestro juicio sobre esta idea, es evidente que la fusión -o mejor: la reunión- de la palabra y la cosa, el nombre y lo nombrado, exige la previa reconciliación del hombre consigo mismo y con el mundo. Mientras no se opere este cambio, el poema seguirá siendo uno de los pocos recursos del hombre para ir, más allá de sí mismo, al encuentro de lo que es profunda y originalmente. Por tanto, no es posible con fundir el chisporroteo de lo poético con las empresas más temerarias y decisivas de la poesía.

La imposibilidad de confiar al puro dinamismo del lenguaje la creación poética se corrobora apenas se advierte que no existe un solo poema en el que no haya intervenido una voluntad creadora. Sí, el lenguaje es poesía y la da palabra esconde una cierta carga metafórica dispuesta a estallar apenas se toca el resorte secreto, pero la fuerza creadora de la palabra reside en el hombre que la pronuncia. El hombre pone en marcha el lenguaje. La noción de un creador, necesario antecedente del poema, parece oponerse a la creencia en la poesía como algo que escapa al control de la voluntad. Todo depende de lo que se entienda por voluntad. En primer término, debemos abandonar la concepción estática de las llamadas facultades como hemos abandonado la idea de un alma aparte. No se puede hablar de facultades psíquicas-memoria, voluntad, etc.- como si fueran entidades separadas e independientes. La psiquis es una totalidad indivisible. Si no es posible trazar las fronteras entre el cuerpo y el espíritu, tampoco lo es discernir dónde termina la voluntad y empieza la pura pasividad. En cada una de sus manifestaciones la psiquis se expresa de un modo total. En cada función están presentes todas las otras. La Inmersión en esta dos de absoluta receptividad no implica la abolición del querer. El testimonio de San Juan de la Cruz -"deseando nada"- cobra aquí un inmenso valor psicológico: la nada misma se vuelve activa, por la fuerza del deseo. El Nirvana ofrece la misma combinación de pasividad activa, de movimiento que es reposo. Los estados de pasividad -desde la experiencia del vacío interior hasta la opuesta de congestión del ser- exigen el ejercicio de una voluntad decidida a romper la dualidad entre objeto y sujeto. El perfecto yogui es aquel que, inmóvil, sentado en una postura apropiada, "mirando con mirada impasible la punta de su nariz", es tan dueño de sí que se olvida vida de sí.
Todos sabemos hasta qué punto es difícil rozar las orillas de la distracción. Esta experiencia se enfrenta a las tendencias predominantes de nuestra civilización, que propone como arquetipos humanos al abstraído, al retraído y hasta al con traído. Un hombre, que se distrae, niega al mundo moderno. Al hacerlo, se juega el todo por el todo. Intelectualmente, su decisión no es diversa a la del suicida por sed de saber qué hay del otro lado de la vida. El distraído, se pregunta ¿qué hay del otro lado de la vigilia y de la razón? La distracción quiere decir: atracción por el reverso de este mundo. La voluntad no, desaparece; simplemente, cambia de dirección: en lugar de servir a los poderes analíticos les impide que confisquen para sus fines la energía psíquica. La pobreza de nuestro vocabulario psicológico y filosófico en esta materia contrasta con la riqueza de las expresiones e imágenes poéticas. Recordemos la "música callada" de San Juan o el "vacío es plenitud" de Laotsé. Los estados pasivos no son nada más experiencias del silencio y el vacío, sino de momentos positivos y plenos: de núcleo de ser salta un chorro de imágenes. "Mi corazón esta brotando flores en mitad de la noche", dice el poema azteca. La voluntaria parálisis no ataca sino a una parte de la psiquis. La pasividad de una zona provoca la actividad de la otra y hace posible la victoria de la imaginación frente a las tendencias analíticas, discursivas o razonadoras. En ningún caso desaparece la voluntad creadora. Sin ella, las puertas de la identificación con la realidad permanecen inexorablemente cerradas.
La creación poética se inicia como violencia sobre el lenguaje. El primer acto de esta operación consiste en el desarraigo de las palabras. El poeta las arranca de sus conexiones y menesteres habituales: separados del mundo informe del habla, los vocablos se vuelven únicos, como si acabasen de nacer. El segundo acto es el regreso de la palabra: el poema se convierte en objeto de participación. Dos fuerzas antagónicas habitan el poema: una de elevación o desarraigo, que arranca a la palabra del lenguaje; otra de gravedad, que la hace volver. El poema es creación original y única, pero también es lectura y recitación: participación. El poeta lo crea; el pueblo, al recitarlo, lo recrea. Poeta y lector son dos momentos de una misma realidad. Alternándose de una manera que no es inexacto llamar cíclica, su rotación engendra la chispa: la poesía.

(…)

Por lo que toca a la oscuridad de las obras, debe decirse que todo poema ofrece, al principio, dificultades. La creación poética se enfrenta siempre a la resistencia de lo inerte y horizontal. Esquilo padeció la acusación de oscuridad. Eurípides era odiado por sus contemporáneos y fue juzgado poco claro. Garcilaso fue llamado descastado y cosmopolita. Los románticos fueron acusados de herméticos y decadentes. Los "modernistas" se enfrentaron a las mismas críticas. La verdad es que la dificultad de toda obra reside en su novedad. Separadas de sus funciones habituales y reunidas en un orden que no es el de la conversación ni el del discurso, las palabras ofrecen una resistencia irritante. Toda creación engendra equívocos. El goce poético no se da sin vencer ciertas dificultades, análogas a las de la creación. La participación implica una recreación; el lector reproduce los gestos y experiencias del poeta. Por otra parte, casi todas las épocas de crisis o decadencia social son fértiles en grandes poetas: Góngora y Quevedo, Rimbaud y Lautréamont, Donne y Blake, Melville y Dickinson. Si hemos de hacer caso al criterio histórico, Poe es la expresión de la decadencia sudista y Rubén Darío de la extrema postración de la sociedad hispanoamericana. ¿Y cómo explicar a Leopardi en plena disolución italiana ya los románticos germanos en una Alemania rota ya merced de los ejércitos napoleónicos? Gran parte de la poesía profética de los hebreos coincide con las épocas de esclavitud, disolución o decadencia israelita. Villon y Manrique escriben en lo que se ha llamado el "otoño de la Edad Media". ¿Y qué decir de la "sociedad de transición" en que vive Dante? La España de Carlos IV produce a Goya. No, la poesía no es un reflejo mecánico de la historia. Las relaciones entre ambas son más sutiles y complejas. La poesía cambia, pero no progresa ni decae. Decaen las sociedades.

En tiempos de crisis se rompen o aflojan los lazos que hacen de la sociedad un todo orgánico. En épocas de cansancio, se inmovilizan. En el primer caso la sociedad se dispersa; en el segundo, se petrifica bajo la tiranía de una máscara imperial y nace el arte oficial. Pero el lenguaje de sectas y comunidades reducidas es propicio a la creación poética. La situación de exilio del grupo da a sus palabras una tensión y un valor particulares. Todo idioma sagrado es secreto. Ya la inversa: todo idioma secreto -sin excluir al de conjurados y conspiradores- colinda con lo sagrado. El poema hermético proclama la grandeza de la poesía y la miseria de la historia. Góngora es un testimonio de la salud del idioma español tanto como el Conde-Duque de Olivares lo es de la decadencia de un Imperio. El cansancio de una sociedad no implica necesariamente la extinción de las artes ni provoca el silencio del poeta. Más bien es posible que ocurra lo contrario: suscita la aparición de poetas y obras solitarias. Cada vez que surge un gran poeta hermético o movimientos de poesía en rebelión contra los valores de una sociedad determinada, debe sospecharse que esa sociedad, no la poesía, padece males incurables. Yesos males pueden medirse atendiendo a dos circunstancias: la ausencia de un lenguaje común y la sordera de la sociedad ante el canto solitario. La soledad del poeta muestra el descenso social. La creación, siempre a la misma altura, acusa la baja de nivel histórico. De ahí que a veces nos parezcan más altos los poetas difíciles. Se trata de un error de perspectiva No son más altos; simplemente, el mundo que los rodea es más bajo.
El poema se apoya en el lenguaje social o comunal, pero ¿cómo se efectúa el tránsito y qué ocurre con las palabras cuando dejan la esfera social y pasan a ser palabras del poema? Filósofos, oradotes y literatos escogen sus palabras, El primero, según sus significados; los otros, en atención a su eficacia moral, psicológica o literaria. Él poeta no escoge sus palabras. Cuando se dice que .un poeta busca su lenguaje, no quiere decirse que ande por bibliotecas mercados recogiendo giros antiguos y nuevos, sino que, indeciso, vacila entre las palabras que realmente le pertenecen, que están en él desde el principio, y las otras aprendidas en los libros o en la calle. Cuando un poeta encuentra su palabra, la reconoce: ya estaba en él. Y él ya estaba en ella. La palabra del poeta se confunde con su ser mismo. Él es su palabra. En el momento de la creación, aflora a la conciencia la parte más secreta de nosotros mismos. La creación consiste en un sacar a luz ciertas palabras inseparables de nuestro ser. Ésas y no otras. El poema está hecho de palabras necesarias e insustituibles. Por eso es tan difícil corregir una obra ya hecha. Toda corrección implica una re-creación, un volver sobre nuestros pasos, hacia dentro de nosotros. La imposibilidad de la traducción poética depende también de esta circunstancia. Cada palabra del poema es única. No hay sinónimos. Única e inamovible: imposible herir un vocablo sin herir todo el poema; imposible cambiar una coma sin trastornar todo el edificio. El poema es una totalidad viviente, hecha de elementos irreemplazables. La verdadera traducción no puede ser, así, sino re-creación.
Afirmar que el poeta no emplea sino las palabras que ya estaban en él, no desmiente lo que se ha dicho acerca de las relaciones entre poema y lenguaje común. Para disipar este equivoco basta recordar que, por su naturaleza misma, todo lenguaje es comunicación. Las palabras del poeta son también las de su comunidad. De otro modo no serían palabras. Toda palabra implica dos, el que habla y el que oye. El universo verbal del poema no está hecho de los vocablos del diccionario, sino de los de la comunidad. El poeta no es un hombre rico en palabras muertas, sino en voces vivas. Lenguaje personal quiere decir lenguaje común revelado o transfigurado por el poeta. El más alto de los poetas herméticos definía así la misión del poema: "Dar un sentido más puro a las palabras de la tribu". Y esto es cierto hasta en el sentido más superficial de la frase: vuelta al significado etimológico del vocablo y, asimismo, enriquecimiento de los idiomas. Gran número de voces que ahora nos parecen comunes y corrientes son invenciones, italianismos, neologismos y latinismos de Juan de Mena, Garcilaso o Góngora. Las palabras del poeta son también las de la tribu o lo serán un día. El poeta transforma, recrea y purifica el idioma; y después, lo comparte. Ahora que, ¿en qué consiste esta purificación de la palabra por la poesía y qué se quiere decir cuando se afirma que el poeta no se sirve de las palabras, sino que es su servidor?
Las palabras, frases y exclamaciones que nos arrancan el dolor, el placer o cualquier otro sentimiento, son reducciones del lenguaje a su mero valor afectivo. Los vocablos así pronunciados dejan de ser, estrictamente, instrumentos de relación. Croce observa que no se trata, propiamente, de expresiones verbales: les falta el elemento voluntario y personal y les sobra la espontaneidad casi maquinal con que se producen. Son frases hechas, de las que está ausente todo matiz personal. No es necesario aceptar el juicio del filósofo italiano para darse cuenta de que, incluso si se trata de verdaderas expresiones, carecen de una dimensión imprescindible: ser vehículos de relación. Toda palabra implica un interlocutor. Y lo menos que se puede decir de esas expresiones y frases con que maquinalmente se descarga nuestra afectividad es que en ellas el interlocutor está disminuido y casi borrado. La palabra sufre una mutilación: la del oyente.

En alguna parte Valéry dice que "el poema es el desarrollo de una exclamación". Entre desarrollo y exclamación hay una tensión contradictoria; y yo agregaría que esa tensión es el poema. Si uno de los dos términos desaparece, el poema regresa a la interjección maquinal o se convierte en amplificación elocuente, descripción o teorema. El desarrollo es un lenguaje que se crea a sí mismo frente a esa realidad bruta y propiamente indecible a que alude la exclamación.

Poema: oreja que escucha a una boca que dice lo que no dijo la exclamación. El grito de pena o júbilo señala al objeto que nos hiere o alegra; lo señala pero lo encubre: dice ahí está, no dice qué o quién es. La realidad indicada por la exclamación permanece innombrada: está ahí, ni ausente ni presente, a punto de aparecer o desvanecerse para siempre. Es una inminencia ¿de qué? El desarrollo no es una pregunta ni una respuesta: es una convocación. El poema -boca que habla y oreja que oye- será la revelación de aquello que la exclamación señala sin nombrar. Digo revelación y no explicación. Si el desarrollo es una explicación, la realidad no será revelada sino elucidada y el lenguaje sufrirá una mutilación: habremos dejado de ver y oír para sólo entender.

Un extremo contrario es el uso del lenguaje con fines de intercambio inmediato. Entonces las palabras dejan de tener significados precisos y pierden muchos de sus valores plásticos, sonoros y emotivos. El interlocutor no desaparece; al contrario, se afirma con exceso. La que se adelgaza y atenúa es la palabra, que se convierte en mera moneda de cambio. Todos sus valores se extinguen o decrecen, a expensas del valor de relación.

En el caso de la exclamación, la palabra es grito lanzado al vacío: se prescinde del interlocutor. Cuando la palabra es instrumento del pensamiento abstracto, el significado lo devora todo: oyente y placer verbal. Vehículo de intercambio, se degrada. En los tres casos se reduce y especializa. Y la causa de esta común mutilación es que el lenguaje se nos vuelve útil, instrumento, cosa. Cada vez que nos servimos de las palabras, las mutilamos. Mas el poeta no se sirve de las palabras. Es su servidor. Al servirlas, las devuelve a su plena naturaleza, les hace recobrar su ser. Gracias a la poesía el lenguaje reconquista su estado original. En primer término, sus valores plásticos y sonoros, generalmente desdeñados por el pensamiento; en seguida, los afectivos; y, al fin, los significativos. Purificar el lenguaje, tarea del poeta, significa devolverle su naturaleza original. Y aquí tocamos uno de los temas centrales de esta reflexión. La palabra, en sí misma, es una pluralidad de sentidos. Si por obra de la poesía la palabra recobra su naturaleza original -es decir, su posibilidad de significar dos o más cosas al mismo tiempo-, el poema parece negar la esencia misma del lenguaje: la significación o sentido. La poesía sería una empresa fútil y, al mismo tiempo, monstruosa: ¡despoja al hombre de su bien más precioso, el lenguaje, y le da en cambio un sonoro balbuceo ininteligible! ¿Qué sentido tienen, si alguno tienen, las palabras y frases del poema?




NOTAS


[1] Hoy, quince años después de escrito este párrafo, no diría exacta mente lo mismo. La lingüística, gracias sobre todo a N. Trubetzkoy y a Roman Jakobson, ha logrado aislar al lenguaje como un objeto, al menos en el nivel fonológico. Pero si, como dice el mismo Jakobson, la lingüística ha anexado el sonido al lenguaje (fonología), aún no ha realizado la operación complementaria: anexar el sentido al sonido (semántica). Desde este punto de vista mi juicio sigue sien do válido. Señalo, además, que los descubrimientos de la lingüística -por ejemplo: la concepción del lenguaje como un sistema inconsciente y que obedece a leyes estrictas e independientes de nuestra voluntad- convierten más y más a esta ciencia en una disciplina central en el estudio del hombre. Como parte de esa ciencia general de los signos que propone Lévi-Strauss, la lingüística colinda, en uno de sus extremos, con la cibernética y, en el otro, con la antropología. Así, quizá será el punto de unión entre las ciencias exactas y las ciencias humanas.
[2] Wilbur Marshall Urban, Lenguaje y realidad, Lengua y Estudios Literarios, Fondo de Cultura Económica, México, 1952.
[3] Hoy no afirmaría de modo tan tajante las diferencias entre comunicación animal y humana. Cierto, hay ruptura o hiato entre ellas pero ambas son parte de ese universo de la comunicación, presentido por todos los poetas bajo la forma de la analogía universal, que ha descubierto la cibernética.
[4] Obra citada.
[5] Obra citada

(*) Octavio Paz nació en la ciudad de México el 31 de marzo de 1914. Hijo de una española y de un abogado mexicano con sangre india, desde su juventud sintió su personalidad como un crisol de culturas. Tras cursar sus estudios universitarios, decidió dedicarse a la literatura y en 1931 fundó la revista Barandal. Dos años después publicó su primer poemario, Luna silvestre. En 1937 asiste al Congreso de Escritores Antifascistas en Valencia (España) junto con su esposa, la escritora mexicana Elena Garro. Ahí publica Bajo tu clara sombra(1937). Entra en contacto con los intelectuales de la República Española, con Pablo Neruda, y en México se acerca a Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia, que marcarían el desarrollo de su obra. El mismo año publica en México No pasarán! y Raíz de hombre. En 1939 A la orilla del mundo y Noche de resurrecciones. Con Efraín Huerta, entre otros, funda la revista Taller. En 1944 con la beca Guggenheim pasa un año en Estados Unidos. En 1945 entra al Servicio Exterior Mexicano y es enviado a París. A través del poeta surrealista Benjamín Péret conoce a André Breton. Se hace amigo de Albert Camus y otros intelectuales europeos e hispanoamericanos del París de la Posguerra. Durante la década de 1950 publica cuatro libros fundamentales: El laberinto de la soledad (1950), retrato personal en el espejo de la sociedad mexicana; El arco y la lira (1956) -de donde pertenece este texto-, su esfuerzo más riguroso por elaborar una poética; Aguila o sol?, libro de prosa de influencia surrealista, y Libertad bajo palabra. Este último incluye el primero de sus poemas largos, Piedra de sol, una de las grandes construcciones de la modernidad hispanoamericana. En 1951 viaja a la India y en 1952 a Japón. Regresa a México en 1953 donde hasta 1959 desarrolla una intensa labor literaria. En 1960 regresa a París y en 1962 vuelve a la India, como funcionario de la Embajada de México. Conoce a Marie José Tramini, con quien se casa en 1964. Publica los libros de poemas Salamandra (1961), anterior a su viaje a la India, y Ladera este, que recoge su producción en ese país, y que incluye su segundo poema largo, Blanco. En 1963 obtiene el Gran Premio Internacional de Poesía. Publica los libros de ensayo Cuadrivio, en 1965; Puertas al campo, en 1966, y Corriente alterna, en 1967. En 1968 renuncia a su puesto de embajador en la India por la matanza del 2 de octubre, y en 1971 funda en México la revista Plural. Publica El mono gramático, poema en prosa en el que se funden reflexiones filosóficas, poéticas y amorosas, y en 1974 Los hijos del limo, recapitulación de la poesía moderna. En 1975 publica Pasado en claro, otro de sus grandes poemas largos, recogido al año siguiente en Vuelta, que obtiene el Premio de la Crítica en España. En 1977 deja Plural e inicia la revista Vuelta. Durante la década de los ochenta publica El ogro filantrópico, que recoge sus reflexiones políticas; Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe y en 1988 Arbol adentro, último volumen de poesía. En 1990 obtiene el Premio Nobel de Literatura y publica La otra voz. Poesía de fin de siglo; en 1993, La llama doble. Amor y erotismo, y en 1995 Vislumbres de la India. Finalmente muere el 20 de abril de 1998 en la Ciudad de México

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La Memoria Biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías tradiconales. PDF

La memoria bioculturalla importancia ecológica de las sabidurías tradicionales

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Reseña

Para enfrentar el futuro, un porvenir amenazado no solamente por los conflictos al interior de la sociedad, sino por sus relaciones con la naturaleza, la humanidad necesita comprender el pasado, y muy especialmente, su larga historia de mimesis, adaptaciones y colaboraciones con el mundo natural. La memoria es la fuente sustancial, impostergable e insustituible de toda conciencia social y ecológica. Como los individuos, las sociedades y las civilizaciones, la especie humana también tiene memoria, y éste libro está dedicado a desentrañar su esencia, a ponderar sus fortalezas y debilidades, a revelar su trascendencia, y a identificar las distintas amenazas que se ciernen sobre ella. La memoria biocultural es, por lo menos, triple: genética, lingüística y cognitiva, se expresa en la variedad de genes, lenguas y sabidurías, y está hoy alojada y representada en, y por, los pueblos tradicionales e indígenas del mundo. Para superar la tremenda crisis del mundo moderno, se afirma en éste libro, no solamente es necesario reconocer ésta memoria biocultural, también se requiere poner en práctica todo el repertorio de experiencias y aprendizajes acumulados a lo largo del tiempo. Ante el dilema central entre agroecología o agroindustrialidad, la memoria de la especie se inclina por la primera como cimiento fundamental durante la construcción de una sociedad sostenible. Víctor M. Toledo y Narciso Barrera-Bassols, investigadores ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México, se han dedicado durante más de tres décadas a la exploración de los saberes y prácticas de los pueblos tradicionales e indígenas del mundo, y a la construcción teórica y metodo-lógica de una nueva área del conocimiento: la etnoecología. En ésta obra, realizan una largamente esperada síntesis de sus investigaciones y reflexiones.



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Software libre para convertir libros. Descargar. Tutorial.

Cómo convertir libros con Calibre fácilmente


Los libros electrónicos ya están prácticamente en todos los hogares. Ocupan menos espacio, son muy manejables y con un lector adecuado puedes leerlo incluso de noche, a oscuras. Aunque las principales editoriales ya ofrecen sus libros en formato electrónico, no siempre es posible encontrar un libro en el formato deseado, por lo que tienes que convertirlo a un formato compatible con tu lector, con el engorro que ello supone. Existen muchos programas de gran calidad para la gestión de libros, entre los que destaca Calibre, muy popular porque en una misma aplicación encuentras organizador, conversor y lector de prácticamente cualquier formato de libro electrónico. En este artículo te explicamos cómo convertir libros con Calibre sacándole el máximo provecho.
Entre las muchas características que ofrece Calibre, destaca la conversión de libros electrónicos entre formatos, ya que hay muchos en el mercado y no siempre está disponible el que lee nuestro lector habitual. Otras veces, puede que quieras añadir información técnica al libro para que se vea bien en la galería de libros de tu lector. En cualquier caso, Calibre permite gestionar los libros de los dispositivos más populares, incluyendo marcas como Amazon y sus Kindle, iPad, lectores Android, Sony, Booq y otros.

Formatos compatibles

Estos son los formatos que Calibre permite abrir:
* EPUB, LRF, HTML, LIT, MOBI, TPZ, TXT, RTF, PDF, SNB, CBZ, CBR, CBC, ZIP, RAR, ODT, DOC, DOCX
Y estos son los formatos en los Calibre puede convertir tus libros:
* EPUB, MOBI, AZW3, FB2, HTMLZ, LIT, LRF, PDB, PDF, PMLZ, RB, RTF, SNB, TCR, TXT, TXTZ, ZIP
Los únicos requisitos para convertir libros con Calibre es que sea compatible con alguno de esos formatos y añadirlo a la librería del programa desde "Añadir libros". Seleccionando el libro y haciendo clic en "Convertir libros" podrás empezar el proceso configurándolo a tu gusto.

Antes de convertir los libros

Con Calibre puedes convertir uno o más libros a la vez. Sin embargo, el proceso requiere una configuración previa. Desde cada apartado tienes la opción de personalizar el libro a tu gusto para que sea correctamente en tu lector de libros electrónicos. Los repasamos uno a uno.
convertir libros con Calibre
  • Metadatos: Este apartado puedes saltártelo si quieres, aunque te será muy útil para organizar bien tu colección de libros. La información de los metadatos servirá para que tu lector ordene bien los libros, ya sea por autor, título, editorial o tema. Además, aquí tienes la oportunidad de añadir tu propia portada de libro usando una imagen para ello. Por otro lado, desde la esquina superior derecha puedes elegir el formato a convertir el libro.
  • Apariencia: Aunque los lectores tienen sus propias fuentes y tamaños de letra, en ocasiones no es suficiente para una lectura cómoda, por lo que será mejor que configures tu propio tipo de letra con el tamaño más adecuado. También puedes configurar el espacio entre líneas, el espacio de los margenes y colocar el texto justificado o alineado a la izquierda.
  • Procesamiento heurístico: Este apartado es muy novedoso, y está pensado para esos libros mal maquetados, que necesitan un arreglo. Calibre se encarga de ello de manera automática,analizando las páginas y deduciendo dónde hay que aplicar un cambio. En concreto, une líneas mal separadas, marca cabeceras y borra líneas en blanco de sobra, entre otras cosas. Como es un proceso tan automático, puede que no siempre atine en el resultado, por lo que tendrás que revisar por encima si ha quedado bien.
  • Configuración de página: Aquí tienes la oportunidad de indicarle a Calibre en qué dispositivo vas a leer el libro a convertir. De esta manera te aseguras que las páginas estén optimizadas para una lectura cómoda en el tamaño de pantalla de tu dispositivo. De todas formas, dentro del mismo aparatado puedes añadir o quitar márgenes por los lados.
  • Detección de estructura: Sirve para separar los capítulos para que empiecen en una página nueva.
  • Índice: En caso que no lo haya, calibre genera un índice de capítulos si activas esta función.
  • Buscar y sustituir: Si quieres cambiar alguna palabra o frase en el libro, desde aquí tienes la posibilidad de buscar esa expresión y cambiarla por otra. El proceso se aplicará a todo el texto, sin importar su extensión. Muy práctico si estás convirtiendo un libro o manual escrito por ti.
  • Salida: En función del formato de salida elegido, aquí verás unas u otras opciones.
El procedimiento más rápido para convertir libros con Calibre es elegir el formato de salida y hacer clic en "Aceptar". Sin embargo, configurando estas categorías podrás darle al libro un aspecto más profesional, corregir errores y así mejorar tu experiencia de lectura desde tu Kindle, iPad o lector habitual

                                                                      
                                        Fuente

                           
                  UN GRACIAS ENORME a denisena 
                          que lo compartió vía email






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Artisan Vegan Cheese. PDF - EPU. Mefga






Gourmet restaurateur and vegan food expert Miyoko Schinner shares her secrets for making homemade nondairy cheeses that retain all the complexity and sharpness of their dairy counterparts while incorporating nutritious nuts and plant-based milks. 

Miyoko shows how to tease artisan flavors out of unique combinations of ingredients, such as rejuvelac and nondairy yogurt, with minimal effort. The process of culturing and aging the ingredients produces delectable vegan cheeses with a range of consistencies from soft and creamy to firm. 

For readers who want to whip up something quick, Miyoko provides recipes for almost-instant ricotta and sliceable cheeses, in addition to a variety of tangy dairy substitutes, such as vegan sour cream, creme fraiche, and yogurt. For suggestions on how to incorporate vegan artisan cheeses into favorite recipes, Miyoko offers up delectable appetizers, entrees, and desserts, from caprese salad and classic mac and cheese to eggplant parmesan and her own San Francisco cheesecake.









Sí, el gen de la gordura existe.


Sí, el gen de la gordura existe

Científicos de Chicago y Sevilla resuelven el enigma hereditario de la obesidad


Recreación de una mujer y un hombre comiendo. / TIM TADDER (CORBIS)
Todo el mundo sabe que el truco para mantenerse delgado es comer poco, pero pocos conocen que esa es solo la mitad de la historia. La otra mitad nos viene puesta de nacimiento: son los factores genéticos de la gordura, que permiten a los privilegiados comer como ceporros sin engordar y condenan al resto a elegir entre el hambre y el sobrepeso. En un brillante trabajo detectivesco, científicos de Chicago y Sevilla han identificado ahora al principal gen del engorde humano. Se llamairoquois, y se conoce desde hace décadas, pero nadie había imaginado que se dedicara a hacer manteca y contribuyera a la epidemia mundial de obesidad y diabetes.
¿Será esta por fin la verdadera píldora antigrasa? "Faltan dos cosas", responde el líder del equipo sevillano, José Luis Gómez Skarmeta. "Primero tenemos que diseccionar el elemento de ADN regulador que hemos identificado; y después ver cuál es la red de genes regulados por él, porque entre ellos estarán las dianas interesantes para probar baterías de nuevos fármacos". La colaboración entre el grupo de Skarmeta, del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo en Sevilla, y el de Marcelo Nóbrega, del departamento de genética humana de la Universidad de Chicago, se presenta este jueves en la revista Nature.
En los últimos 10 años se han hecho decenas de los llamados estudios de asociación de amplitud genómica (GWAS por genome-wide association studies) para conocer las componentes genéticas de la obesidad, o de la propensión a adquirirla. Se toman grandes muestras de una población humana u otra, se secuencia su genoma (actcgtcga… y así hasta 3.000 millones de letras) y se buscan correlaciones entre la obesidad y las variantes en el texto genético.

El resultado afecta también a la diabetes y a otras enfermedades
Estos estudios han identificado 75 posiciones en el genoma humano cuyas variaciones tienden a ocurrir en las personas gordas. En casi todos los trabajos la asociación más fuerte aparecía insistentemente dentro de un gen llamado FTO (fat mass and obesity associated, gen asociado a la masa de grasa y la obesidad), cuyo nombre deja poco margen de duda sobre su implicación. Las bases de datos de la literatura científica recogen más de 2.000 artículos sobre este gen publicados en los últimos años.
Pero la pista, sabemos ahora, era no solo engañosa, sino sofisticadamente engañosa. Es cierto que el gen FTO está implicado en el metabolismo de la grasa, como se ha comprobado en modelos animales y experimentos bioquímicos; y es cierto también que sus variaciones son el principal factor de predisposición hereditaria a la obesidad, la diabetes de tipo 2 (la asociada al sobrepeso) y todas sus secuelas cardiovasculares, neurodegenerativas y cancerosas.
Pero el gen FTO es inocente: el culpable es otro gen llamado iroquois 3, o IRX3, situado muy lejos, a medio millón de 'letras' (o bases, las unidades del ADN) de distancia. El gen FTO no interviene como tal: se limita a aportar un elemento regulador (segmento de ADN que regula a otros genes) que actúa a grandes distancias sobre el otro gen, iroquois 3. Esta es la contribución esencial de Nóbrega, Skarmeta y sus colegas de Chicago y Sevilla.

“Entre el 35% y el 40% de la obesidad es genética”, dice Albert Lacube
El resultado no solo afecta al campo de la obesidad y la diabetes, sino a la mayoría de los estudios de propensión genética a cualquier enfermedad que se han hecho en los últimos 10 años, los mencionados GWAS, o estudios de asociación de amplitud genómica entre las variantes del ADN y las enfermedades humanas.
La mayoría de estas variantes (o mutaciones) no dan de lleno a ningún gen, sino que aparecen salpicadas por los vastos desiertos de ADN, lamateria oscura que ocupa la mayoría del genoma pero no contiene ningún gen. El nuevo estudio revela que esas mutaciones pueden estar regulando la actividad en genes muy lejanos, y ofrece la estrategia bioquímica para encontrar cuáles son. "De forma generalizada, se están mirando los genes erróneos", dice Skarmeta.
El gen iroquois 3, o IRX3, no es una buena diana farmacológica, porque interviene en muchos procesos esenciales del desarrollo, y desactivarlo con fármacos no parece una buena idea. Los investigadores tienen evidencias de que su función esencial en la obesidad tiene lugar en el hipotálamo, el órgano que conecta el cerebro con los sistemas de regulación hormonal que armonizan el funcionamiento del resto del cuerpo. Y esperan que las redes genéticas que interactúan con IRX3 podrán conducirles hacia las dianas farmacológicas realmente útiles.

El nombre del gen se debe a los indios iroqueses, por su cresta característica
¿Por qué estudiar la genética de la obesidad? ¿No tenemos ya claro que todo se basa en un balance de la energía ingerida y gastada? "Entre el 35% y el 40% de la obesidad es genética", dice Albert Lacube, jefe del servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Arnau de Vilanova, en Lleida. "Por supuesto, es una enfermedad multigénica, debida a pequeñas contribuciones de muchos genes, y esto ha limitado hasta ahora su utilidad en la práctica clínica".
Los avances que espera este experto en el futuro inmediato se refieren a la creciente personalización de las estrategias terapéuticas o preventivas. "El genoma dará mucha información útil sobre la mejor intervención para cada paciente; ya ahora hay marcadores genéticos que predicen la probabilidad de que un niño desarrolle obesidad, o diabetes de tipo 2".
Más a medio plazo, la obesidad, la enfermedad metabólica y la diabetes conforman uno de los objetivos prioritarios de la Big Pharma, la gran industria farmacéutica. Los cerebros de este sector han apostado en firme por las píldoras anti-grasa, y no solo porque esperan venderlas como churros a los particulares, sino también, o sobre todo, porque predicen que los Gobiernos encontrarán rentable financiárselas a sus ciudadanos. Una píldora que reduzca la obesidad o sus fatales consecuencias siempre será más barata que tratar un infarto o extirpar un tumor.
No va a resultar fácil. El caso del gen iroquois 3, o IRX3, revela lo intrincada y sutil que puede llegar a ser la vía genética hacia un fármaco. Los investigadores ya creían contar con una diana sólida, el gen FTO, que fabrica (codifica, o significa) una enzima importante para el metabolismo de la grasa, y que está activo en los adipocitos, las células que constituyen nuestro tejido graso.

La mutación del iroquois en la mosca del vinagre la dejó medio calva
Pero hacia donde apuntaban realmente esas evidencias era a otro gen lejano, IRX3, que cumple funciones esenciales en virtualmente cualquier víscera del cuerpo. Y es su acción en el hipotálamo cerebral lo que resulta relevante para la acumulación de la grasa humana.
En este sentido, la gordura está en el cerebro.
Los genes iroquois (iroqueses) son viejos conocidos de los genetistas y los biólogos del desarrollo. Son miembros de una aristocracia del ADN, los genes selectores, que fueron descubiertos en la mosca favorita de los genetistas, Drosophila melanogaster. Son genes que definen sectores geométricos del cuerpo, tanto en la mosca como en cualquier otro animal, incluido el ser humano. Un ejemplo son los genes Hox, que aparecen en fila en el cromosoma y controlan, en ese mismo orden, la colocación de las diferentes partes del cuerpo en su secuencia correcta: primero los segmentos de la cabeza, luego los cervicales, dorsales, lumbares y demás.
Los iroquois forman parte de un sistema de subdivisión perpendicular al eje de los Hox: el que divide el cuerpo en bandas longitudinales dorsales, laterales y ventrales. Las primeras mutaciones descubiertas ahí dejaban calva a la mosca salvo por una banda de pelos dorsal en cabeza y tórax, como el peinado característico de los indios iroqueses (iroquois en francés), pobladores del sur de Canadá y el norte de Estados Unidos.

La Big Pharma
ha apostado fuerte
por las píldoras antigrasa
Curiosamente, los genes iroquois, los genes Hox y otros genes selectores tienen un origen común. Los científicos lo saben porque todos ellos comparten una secuencia de ADN muy característica, llamada homeobox. Los genes significan proteínas, y la homeobox significa un segmento de proteína que se une con avidez a otros genes, activándolos o silenciándolos. De ahí que los científicos crean que IRX3, el tercer iroqués, ejerza su influencia sobre la obesidad mediante la regulación de cientos de otros genes. Y ya están a su captura. 


Fuente:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/12/actualidad/1394647853_129506.html


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